La convivencia a veces es dura. A menudo surgen roces en el día a día del cole. En las aulas y en el recreo. Y no siempre es fácil solucionarlos. Si nos dejamos llevar por el ritmo frenético de la sucesión de clases no tendríamos tiempo para escuchar, para hablar. En las clases de 1º intentamos, en la medida de lo posible, dejar a los alumnos la libertad, el tiempo y el espacio necesario para que hablen de los problemas que les hayan ocurrido. Tenemos la suerte de contar con una mesa en el hall de las dos clases donde poder realizar estas "reuniones". Como buenos valientes (tal y como leímos en el cuento de Begoña Ibarrola) nuestros alumnos están trabajando ese gran aprendizaje como es la resolución de conflictos mediante el diálogo.
Ya a principios de curso os hablé un poco sobre como lo enfocábamos pero esta semana ocurrió un momento muy bonito, casi mágico, donde pudimos ver cómo estaban interiorizando todo lo trabajado.
Cuatro alumnos de 1º tuvieron un gran problema durante el recreo y todos "sacaron la mano a pasear" en pleno momento de furia. Eso estuvo mal y más adelante tuvieron la posibilidad de reflexionar sobre ello y llegar a esa conclusión. Obviamente en situaciones así la primera intervención del adulto (en este caso los maestros) es fundamental para evitar que se hagan daño y tratar que se relajen y dejen la furia y la violencia a un lado. Una vez consiguieron calmarse, subimos a las aulas y les dimos la oportunidad de salir a la mesa de reuniones a que charlaran entre ellos. Les acompañamos para mediar y para irles guiando en como avanzar en la resolución del problema pero cada vez lo hacen mejor y de forma más autónoma.
Mirándose a los ojos, respetándo el turno de palabra del otro (aunque en ocasiones les desesperara la forma en la que lo contara y se mordieran las uñas deseando exponer su visión de lo ocurrido) y escuchando atentamente lograron los 4 dar su punto de vista y contar la historia tal y como la habían vivido ellos. Es importante que les dejemos que se expliquen porque, en la mayoría de los casos, solo haciendo el proceso de expresarlo y reproducir verbalmente lo ocurrido, se dan cuenta de qué han hecho mal. Después cada uno reconoció frente al resto su error y dijo de qué otra manera podría haber actuado.
Finalmente quedaba la parte más constructiva: buscar una solución conjunta. Lo más bonito fue que tras una propuesta de "chicos, ¿y si nos damos un super abrazo todos?, todas las caras sonrieron y se dieron un achuchón conjunto cargado de "lo sientos" y ganas de reconciliarse.
Si esta misma situación y este mismo trabajo emocional que han llevado a cabo cada uno de ellos lo extrapolamos al mundo adulto, podemos darnos cuenta que no siempre resulta tan fácil hacer este proceso de relajar tu enfado, asumir tus errores y disculparte abiertamente frente a los demás. Por ello me parece una situación mágica y cuando las presencio me siento infinitamente orgullosa de nuestros alumnos.
Y es que es muy importante que alfabeticemos emocionalmente a nuestros hijos/alumnos para que sepan identificar lo que han sentido y transmitirlo. Ese es el primer paso para la resolución del conflicto. Después debemos intentar simplemente mediar en esa resolución y dejarles que ellos tomen las riendas. Muchas veces tendemos (por falta de tiempo generalmente) a ofrecerles en bandeja la solución: dale un beso y pídele perdón. Y bloqueamos que ellos expresen su vivencia y sus sentimientos al respecto. Es importante que escuchen cómo se ha sentido el otro con su acción y que poco a poco avancen en la empatía y salgan de su egocentrismo. A través de preguntas como "¿cómo has vivido tú la situación?", "¿cómo te has sentido?", "¿cómo crees que se ha sentido la otra persona?", "¿crees que podrías haber actuado de otra manera?", "¿y ahora qué crees que puedes hacer para que la otra persona se vuelva a sentir bien?", "¿qué te gustaría que ocurriera para que tú te sintieras mejor con lo ocurrido?" les vamos encaminando a ese aprendizaje emocional, a ser autónomos e irse valiendo por sí mismos.
Es un trabajo duro y constante. Ademá como he dicho anteriormente, en la borágine del día a día y el atropello de contenidos curriculares, nos cuesta dejar tiempo para estos aprendizajes. Pero... relajémonos, sopesemos y dejemos tiempo a nuestros pequeños para que desarrollen su aprendizaje emocional.